domingo, 16 de agosto de 2009

Poesía

Mataros,
Pero dejad tranquilo a ese niño que duerme en una cuna.

Invadid con vuestro traquetreo
Los talleres, los navíos, las universidades
Las oficinas espectrales donde tanta gente languidece.
Triturad toda rosa, hollad al noble pensativo.
Preparad las bombas de fósforo y las nupcias del agua con la muerte...

Inundad los periódicos, las radios, los cines, las tribunas,
Pero dejad tranquilo al obrero que fumando un pitillo
Ríe con los amigos en aquel bar de la esquina.

Asesinaos si así lo deseáis,
Exterminaos vosotros: los teorizantes de ambas cercas
Que jamás asiréis un fusil de bravura.
Asesináos, pero vosotros,
Los inquisitoriales azuzadores de la matanza...

Pero dejad tranquilo a ese niño que duerme en una cuna,
Al campesino que nos suda la harina y el aceite,
Al joven estudiante con su llave de oro,
Al obrero en su ocio ganado fumándose un pitillo
Y al hombre gris que coge los tranvías
Con su gabán raído a las seis de la tarde.


Esperan otra cosa.
Los parieron sus madres para vivir con todos
Y entre todos aspiran a vivir, tan sólo esto.
Y de ellos ha de crecer
Si surge
Una raza de hombres y mujeres con puñales de amor inverosímil
Hacia otras aventuras más hermosas.
(Miguel Labordeta)